jueves, 15 de mayo de 2008

Qué le voy a hacer.

Y derrepente, te despiertas un día, y te das cuenta de que se te ha perdido la vida.

martes, 6 de mayo de 2008

[+] Azul

[...]
Se sentía realmente mal. Entró en aquella enorme casa-árbol, arrastrando los pies, y con una sensación de malestar en el pecho. Recorrió el pasillo de la entrada, pensándo dónd epodrían estar Berenice y Leuviah. Oyó unas agudas risitas, que provenían de detrás de una pesada puerta de madera cuidadosamente tallada. Cerró los ojos y suspiró, pensando que no perdería nada si miraba ahí dentro. Empujó la puerta con delicadeza, y ésta crujió, dejando caer mucho polvo, hasta finalmente ceder, abriéndose completamente para Alkes.
Lo que allí encontró la confundió aún más que todo lo que anteriormente ya había visto. La luz azulada bañaba la estancia, que, a su vez, estaba plagada de diminutas criaturas de idéntico tamaño al de Berenice. En el momento en el que Alkes hizo acto de presencia en la sala, las miles de diminutas personas aladas clavaron la mirada en ella, haciéndola sentir casi inmediatamente muy intimidada. Las hadas se miraron entre sí con una sonrisa maliciosa tatuada en sus caraa, y volaron hasta ella, clavándo sus opacos ojos sobre ella. La primera en hablar fué una de aspecto inofensivo, e incluso mirada angelical.
-¡Mirad qué pelo! ¡Y sus ojos!- Se acercó a ella, y comenzó a acariciarle el pelo con cuidado. Pronto Alkes dejó de tenerlas ese miedo inicial, confiándose al ver como, una por una, todas se acercaban amistosamente a ella, tocándola con cuidado.
-¡Y mirad sus dedos, y su ropa!- Todas aquellas mini personas la hicieron sentir realmente bien, y pronto se le dibujó una cálida sonrisa, mientras las pequeñas criaturas comenzaban a girar a su alrededor, envolviéndola poco a poco en un remolino de colores chillones, que giraba tán rápido, que pronto hizo marear a Alkes.
Simultáneamente cuatro manos la agarraron por cada brazo, y comenzaron a levantarla, hasta que despegó sus pies de la tierra, dentro de aquel remolino de colores.
Mientras, las risas de las pqueñas hadas se hacían más y más estridentes, hasta volverse todas juntas un ruido desagradablemente ensordecedor. Alkes volvió a sentir miedo, mareándose cada vez más, con el suelo a varios metros de altura bajo sus pies . Repentinamente sintió como las cuatro manos de aquellas pequeñas personitas la soltaban, y sus risas se hacían aún más agudas y estridentes, y Alkes sintió, mientras caía, como sus tímpanos se resentían, dudando que aguantasen algo así mucho tiempo. Después, se oyó un ruido sordo, y las risas fueron apagándose, centrando las hadas sus ojos en el cuerpo inconsciente de Alkes....
[...]


Algo que debí haber acabado de escribir hace mucho tiempo, o no haber empezado nunca.. No me gusta que me roben mis textos, pero éste en especial me gustaría que fuera respetado, puesto que es mi primer intento de libro, que, aunque fallido, es de las cosas má simportantes que he escrito..